Los envíos de crudo y productos petroquímicos de Pemex a Cuba podrían detonar sanciones por parte de Estados Unidos, lo que agravaría la ya precaria situación financiera de la petrolera estatal mexicana. El impacto sería inmediato en el flujo de efectivo.
Petróleos Mexicanos (Pemex) se encuentra una vez más en el centro de una tormenta política y financiera, esta vez por sus crecientes envíos de petróleo crudo y productos petroquímicos a Cuba. Aunque las autoridades mexicanas han justificado estos intercambios como parte de un esfuerzo de “cooperación técnica y humanitaria”, la creciente presión internacional, particularmente de Estados Unidos, podría traducirse en sanciones económicas que agravarían aún más las finanzas de la empresa productiva del Estado.
El tanquero Sandino, bajo bandera cubana, permanece anclado frente al puerto de Coatzacoalcos, en espera de cargar casi 300 mil barriles de crudo con destino a la refinería de Cienfuegos, en Cuba. Este no es un caso aislado. Según datos de la Administración del Sistema Portuario Nacional (Asipona), en lo que va del año se han realizado al menos cuatro envíos desde México hacia la isla: tres de crudo y uno de amoníaco. Si se suman los cargamentos anteriores, el volumen total supera el millón de barriles en apenas seis meses.
El costo estimado de estos cargamentos asciende a unos 60 millones de dólares, una cifra abrumadora para una Cuba que atraviesa su peor crisis energética en décadas. El colapso del sistema eléctrico nacional cubano, sumado a la parálisis de sus plantas termoeléctricas por falta de combustible, ha convertido a México en un proveedor clave para sostener —aunque sea de forma precaria— la infraestructura energética de la isla.
Las autoridades mexicanas, por su parte, han negado que se trate de donaciones. En declaraciones recientes, Pemex afirmó que todas las operaciones se hacen “bajo contratos denominados en pesos a tasas de mercado”, a través de su filial Gasolinas Bienestar S.A., la cual entrega información a la Comisión de Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés). Sin embargo, el origen del financiamiento de estos embarques sigue siendo opaco, lo que abre la puerta a dudas sobre su viabilidad comercial y su posible vínculo con apoyo gubernamental disfrazado de venta.
El problema es que esta situación coloca a Pemex en la mira del gobierno de los Estados Unidos, especialmente bajo las disposiciones del embargo comercial vigente contra Cuba. La simple sospecha de que México esté ayudando a sostener el régimen cubano a través de transacciones encubiertas podría detonar sanciones financieras que afecten directamente la operación internacional de Pemex.
Y las consecuencias no serían menores. Pemex es la petrolera más endeudada del mundo, con más de 101 mil millones de dólares en pasivos. La empresa depende en gran medida de su capacidad de financiamiento en los mercados globales y de sus operaciones con clientes y proveedores que deben cumplir estrictamente con normativas estadounidenses.
Si Washington impusiera restricciones a las operaciones de Pemex, los efectos serían inmediatos: encarecimiento del crédito, cancelación de líneas de financiamiento, imposibilidad de operar con bancos internacionales e incluso un boicot por parte de navieras o aseguradoras con sede en países aliados de Estados Unidos.
Todo esto afectaría directamente el flujo de efectivo de la empresa, ya de por sí presionado por el bajo rendimiento de sus operaciones, los subsidios internos y la falta de inversión en mantenimiento y exploración. En 2024, el valor total de los envíos a Cuba ascendió a 600 millones de dólares, más del doble que el año anterior, en una tendencia que llama la atención en el contexto de crisis financiera que vive la petrolera.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha reiterado que los envíos a Cuba se mantendrán por “razones humanitarias”, pero la realidad del mercado energético y financiero internacional exige prudencia, transparencia y estrategia. Pemex no puede permitirse más presiones externas en un momento donde cada centavo cuenta.
Porque si algo está claro, es que una sanción financiera de Estados Unidos sería el golpe que Pemex no podría resistir.