El gobierno de México busca un acuerdo integral con EE.UU. en seguridad, migración y comercio. Esta estrategia busca fortalecer la relación bilateral, generar certidumbre para inversionistas y consolidar a México como un socio confiable y atractivo para la inversión global.
La reciente declaración del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, sobre la intención del gobierno mexicano de alcanzar rápidamente un acuerdo con Estados Unidos en materia de seguridad, migración y comercio, marca un momento de gran importancia para el rumbo económico y diplomático de México. En un contexto global incierto, este tipo de acciones son señales claras de responsabilidad, visión estratégica y voluntad de generar certidumbre para los inversionistas nacionales y extranjeros.
El anuncio ocurre tras una conversación directa entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el expresidente Donald Trump, lo que indica que los canales de comunicación entre ambas administraciones se mantienen abiertos y funcionales. Más allá del contexto político, lo importante es que se están sentando las bases para un entendimiento integral que trascienda lo coyuntural.
Uno de los aspectos clave mencionados por Ebrard es la búsqueda de certidumbre en el ámbito comercial de cara a la revisión sexenal del T-MEC, que deberá concluir en 2026. Este tratado ha sido esencial para consolidar a México como una plataforma de exportación global, especialmente para el mercado estadounidense. Cualquier iniciativa que contribuya a mantener condiciones estables, claras y previsibles será bienvenida tanto por empresarios como por inversionistas internacionales.
Estados Unidos, según lo dicho por el propio secretario, ha expresado su intención de otorgar a México condiciones arancelarias más favorables que a otros países. Este compromiso abre la puerta a un nuevo marco de cooperación comercial que permitiría consolidar aún más la integración económica de América del Norte. Además, daría a México una ventaja competitiva en un momento en que las cadenas de suministro globales se están reorganizando, con el nearshoring como tendencia dominante.
No menos importante es el reconocimiento de que México ya ha hecho su parte en materia de migración y lucha contra el narcotráfico. Las cifras de aseguramiento de fentanilo en la frontera sur de Estados Unidos son un testimonio de ello. Esto posiciona a México no como un socio problemático, sino como un aliado comprometido con la seguridad regional. Si se logra formalizar un acuerdo en esta materia, se fortalecerá la percepción internacional de México como un país confiable, serio y con gobernabilidad.
La presidenta Sheinbaum también ha sido clara al señalar que el objetivo es contar con un “acuerdo general” que incluya seguridad, migración y comercio, sin afectar al T-MEC. Es una estrategia inteligente: construir un marco adicional que complemente y no interfiera con los tratados existentes. Este enfoque permite blindar lo ya conseguido y, al mismo tiempo, adaptarse a nuevas realidades políticas y económicas en ambos países.
Para México, este acuerdo representaría algo más que un arreglo diplomático: sería un mensaje poderoso a los mercados. Estar alineado con la economía más grande del mundo, con reglas claras y sin sorpresas, es un activo para atraer inversión. En especial, si se considera que el país está en plena transición energética, desarrollando infraestructura en el sur-sureste, y apostando por la relocalización industrial.
Hoy más que nunca, México necesita certidumbre. Y si este acuerdo logra establecer un entorno de estabilidad y confianza mutua con Estados Unidos, no sólo será una victoria diplomática, sino también una gran oportunidad para proyectar al país como un destino clave para la inversión global.