La producción de Pemex cayó 9% en mayo y acumula 30 meses de retrocesos. La falta de pagos a proveedores comienza a afectar la operación. Es momento de actuar antes de que esta tendencia se convierta en una pesadilla operativa irreversible.
Durante mayo de 2025, Petróleos Mexicanos (Pemex) reportó una producción de apenas 1 millón 372 mil barriles diarios, lo que representa una caída del 9% respecto al mismo mes del año anterior. Con esta cifra, Pemex acumula ya 30 meses consecutivos de retrocesos en su producción de crudo, un dato preocupante que comienza a mostrar las consecuencias reales de su deterioro financiero.
La baja fue generalizada en las cuatro regiones de producción. La región norte, que abarca Reynosa, Poza Rica y Veracruz, fue la más golpeada, con una producción de apenas 57.4 mil barriles diarios, un desplome del 11.4%. El corazón de la operación offshore de Pemex, el activo Ku-Maloob-Zaap y el complejo Cantarell, tampoco escapó al declive: 652.5 mil barriles diarios, una reducción del 11.1%.
En la región marina suroeste, donde se encuentran complejos clave como Abkatún-Pol-Chuc y Litoral de Tabasco, la producción cayó 6.8%, mientras que la región sur, que incluye Macuspana, Samaria-Luna y Bellota-Jujo, bajó 6.2%.
A este contexto adverso se suma una caída significativa en las exportaciones, que se ubicaron en 673.6 mil barriles diarios, una contracción del 26% frente a mayo de 2024. El golpe en ingresos fue inmediato: Pemex reportó apenas 1,195 millones de dólares en ventas externas, una baja del 43.2%, su peor desempeño de los últimos cuatro meses.
¿Qué está pasando en Pemex?
Más allá de las cifras, lo preocupante es el motivo detrás de estas caídas. Diversos analistas y fuentes del sector coinciden en que la falta de pago a proveedores está comenzando a paralizar operaciones. Sin materiales, sin servicios y con empresas contratistas deteniendo actividades, los campos petroleros simplemente no pueden sostener el nivel de producción que requiere la empresa —ni el país— para mantener sus ingresos.
El deterioro de la cadena de suministro ya no es un riesgo teórico, sino una realidad tangible. Pemex ha concentrado tantos recursos en el servicio de su deuda y en sostener financieramente proyectos de bajo retorno, que ha dejado de invertir en lo esencial: mantener activos, pagar a sus contratistas y modernizar infraestructura.
Si hay algo que debería hacer sonar todas las alarmas dentro del nuevo gobierno, es esto. La pérdida de producción no solo afecta la rentabilidad de Pemex, sino también la recaudación fiscal, la balanza comercial y la estabilidad económica del país. Cada barril que no se produce ni se exporta es menos dinero que entra al Estado.
El riesgo es doble: por un lado, Pemex sigue operando al límite de su capacidad financiera. Por otro, empieza a cruzar una línea crítica donde la falta de recursos afecta directamente la operación técnica de los campos petroleros. Si no se atiende de inmediato el pago a proveedores y la inversión en mantenimiento, la caída de producción puede acelerarse aún más.
La pesadilla que se puede evitar
En términos energéticos, 2025 podría ser un punto de quiebre para México. La nueva administración tiene la oportunidad —y la urgencia— de corregir el rumbo. Seguir apostando por una visión política que antepone símbolos ideológicos a la viabilidad operativa es una receta para el desastre.
No se trata solo de números: el colapso operativo de Pemex ya no es una posibilidad lejana, sino una consecuencia previsible si no se toman decisiones rápidas y contundentes. Atender el problema de raíz —restablecer pagos a proveedores, reevaluar inversiones, cerrar negocios poco rentables y realizar asociaciones (farmouts)— no solo es una cuestión técnica, es una decisión de Estado.
Porque si hay algo que me quita el sueño por las noches, es pensar que este desplome de producción es apenas la antesala de una pesadilla operativa que podría comprometer toda la estructura energética y fiscal del país.