La deuda de Pemex podría ser absorbida parcialmente por el Estado en un esquema similar al Fobaproa, lo que trasladaría la carga a los contribuyentes y pondría presión sobre las finanzas públicas de México. El riesgo fiscal crece peligrosamente.
La sombra del Fobaproa vuelve a cernirse sobre México. Esta vez, no es el sistema bancario el que podría ser rescatado con recursos públicos, sino Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresa más endeudada del mundo y una de las menos rentables de su sector. El término “Pemexproa”, que ya circula entre analistas financieros y medios especializados, plantea un escenario en el que el Estado absorbería parte de la deuda de la petrolera, trasladando la carga directamente al erario y, por ende, a los contribuyentes.
Pemex enfrenta una deuda que supera los 101 mil millones de dólares. A pesar de múltiples apoyos del gobierno federal en los últimos años —capitalizaciones directas, reducción de la carga fiscal, subsidios a los combustibles y cobertura de pagos de deuda— la situación financiera de la empresa no ha mejorado de forma sustancial. Su rentabilidad continúa en niveles críticos, sus márgenes operativos son reducidos y su producción permanece estancada por debajo de los 1.3 millones de barriles diarios.
El columnista Darío Celis reveló recientemente que cercanos a la presidenta, Claudia Sheinbaum, ya analizan mecanismos para reestructurar la deuda de Pemex, incluida la transferencia de hasta 50 mil millones de dólares a la Secretaría de Hacienda. El objetivo sería reducir el riesgo crediticio de la empresa, bajar el costo de su deuda —que hoy paga tasas de hasta 12%— y mejorar la percepción en los mercados internacionales.
Pero esta posible maniobra tendría consecuencias profundas para las finanzas públicas del país.
¿Qué implicaría un “Pemexproa”?
Un rescate parcial como el que se plantea representaría una de las mayores transferencias de deuda corporativa a deuda soberana en la historia reciente de México. Aunque puede mejorar la situación financiera de Pemex en el corto plazo, también podría desequilibrar el balance fiscal del país, comprometer otros programas de gasto y aumentar el nivel de endeudamiento público.
México ha presumido durante años una política de estabilidad macroeconómica. Sin embargo, absorber una cantidad tan significativa de deuda implicaría más presión sobre el presupuesto federal, especialmente en un momento en el que el país enfrenta desafíos por el gasto social, los subsidios energéticos y una baja en la recaudación.
Además, el precedente del Fobaproa —que se convirtió en deuda pública por más de 700 mil millones de pesos tras la crisis de 1994— sigue siendo un tema políticamente tóxico. Años después, muchos mexicanos aún lo consideran un error histórico.
Pemex: entre el nacionalismo y la realidad
El dilema de Pemex no es solo financiero, es también ideológico. Para muchos, sigue siendo un símbolo de soberanía y motor de desarrollo. Pero hoy, esa narrativa choca con la realidad de una empresa que pierde valor, arrastra deuda y depende completamente del respaldo del gobierno federal para sobrevivir.
En 2024, Pemex reportó una pérdida neta superior a los 170 mil millones de pesos, y según datos de Latinometrics, se encuentra entre las petroleras menos rentables del mundo. A pesar de los esfuerzos de los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y ahora de Claudia Sheinbaum, los resultados financieros siguen en números rojos.
Incluso algunos miembros del propio consejo de administración de la empresa, como Lorenzo Meyer Falcón, han sugerido abiertamente que toda la deuda de Pemex debería convertirse en deuda pública: “La Hacienda Pública vivió muchos años de Pemex”, dijo en un foro a inicios de 2024. Para algunos, se trata de justicia histórica. Para otros, de un riesgo fiscal inaceptable.
¿Y después qué?
El problema no es solo cómo rescatar a Pemex, sino qué hacer después. ¿Seguirá siendo un pozo sin fondo? ¿Se acompañará este rescate de una reforma profunda en su modelo de negocio, eficiencia operativa y transparencia? ¿O simplemente se le transferirá la factura a los mexicanos sin un cambio estructural?
Las próximas semanas serán clave. Si se confirma el “Pemexproa”, el gobierno deberá preparar no solo un plan financiero sólido, sino una narrativa convincente para una ciudadanía que ya carga con múltiples crisis a cuestas.