A pesar del enorme uso de recursos públicos y deuda, Pemex produce cada vez menos petróleo. ¿Dónde está la eficiencia prometida por sus inversiones millonarias?
La pregunta que debemos hacernos es clara: ¿vale la pena seguir endeudando a la empresa más grande del país para obtener menos petróleo? Si cada peso invertido en exploración termina produciendo menos barriles, entonces el retorno económico —más allá de los modelos financieros— es cuestionable.
Soberanía energética, ¿Pero a que costo?
Al cierre del 2024, Petróleos Mexicanos (Pemex) consolidó una deuda de 1.94 billones de pesos, una cifra que por sí sola debería despertar todas las alarmas. Esta monstruosa carga financiera se contrasta de manera escandalosa con la ineficiencia operativa de la empresa: la producción de crudo no solo no ha mejorado, sino que se desploma.
De acuerdo con el Segundo Informe Semestral 2024 sobre el uso del endeudamiento público, el 75% de esta deuda está contratada a tasa fija —lo cual da cierta estabilidad ante la volatilidad de los mercados— y el 85% está en dólares, directamente o mediante instrumentos financieros derivados. En otras palabras, Pemex está blindando su estructura financiera contra riesgos externos. Pero eso no la exime de rendir cuentas internamente.
Durante el segundo semestre de 2024, Pemex ejerció más de 148 mil millones de pesos en inversión física para programas y proyectos, principalmente en el área ahora llamada Exploración y Extracción. Se trata de una cifra colosal, canalizada —según el discurso oficial— a proyectos estratégicos para incrementar la extracción de crudo y gas, y restituir reservas.
Sin embargo, la realidad contradice el optimismo de los informes técnicos: la producción de Pemex cayó 11% en marzo y 8.8% en abril, ubicándose en niveles históricamente bajos, por debajo de los 1.4 millones de barriles diarios. ¿Cómo es posible que con esta inyección millonaria de recursos públicos, la empresa produzca cada vez menos?
Sencillo, porque no esta pagando a sus proveedores, quienes se rehusan a continuar trabajando si no reciben su pago, lo cual ha comenzado a afectar las operaciones.
Pemex presume que el valor presente neto de sus inversiones es positivo, con rendimientos que superan la tasa de descuento del 10% anual. Pero en la práctica, eso no se traduce en más producción, ni en mayor eficiencia. Lo que vemos es un modelo de negocio sin resultados concretos, y que año con año se vuelve más dependiente del apoyo del gobierno federal.
Esta paradoja —más gasto, menos crudo— revela un problema estructural que no puede resolverse solo con finanzas optimizadas o ingeniería contable.
Este problema no es solo de Pemex; es de todos los mexicanos. Porque esta deuda es pública, y las decisiones estratégicas de la petrolera repercuten directamente en las finanzas del país. Un Pemex ineficiente arrastra al presupuesto federal, compromete programas sociales y limita el margen de maniobra de la política económica nacional.
La eficiencia no puede seguir siendo una promesa para el futuro. Pemex necesita resultados ahora. No basta con argumentar que las inversiones “tienen valor presente positivo” si el presente operativo de la empresa es tan débil. La eficiencia debe reflejarse en cada pozo que produce, en cada barril que se entrega, en cada peso que se gasta.
Mientras la producción siga cayendo pese a la inversión récord, y mientras la deuda siga creciendo sin resultados proporcionales, Pemex seguirá siendo un gigante endeudado, atrapado en una espiral de gasto sin productividad.
La solución es obvia, pero en Palacio no la quieren ver…