México aumentó sus exportaciones de crudo a Cuba pese a su propia crisis energética y al embargo estadounidense. Este artículo analiza las consecuencias económicas que el país podría enfrentar si Washington decide castigar esta arriesgada apuesta petrolera de solidaridad política.
Petróleos Mexicanos (Pemex) incrementó en 2024 sus envíos de petróleo crudo a Cuba en un 20%, alcanzando 20,100 barriles diarios mediante su subsidiaria Gasolinas Bienestar. En contraste, las exportaciones de petrolíferos (combustibles refinados) a la isla cayeron 18%, a 2,700 barriles diarios. Aun así, el valor total de petróleo y combustibles enviado a Cuba ascendió a 600 millones de dólares, un alza de 50% anual. Esto sugiere que México priorizó ayudar a Cuba con petróleo crudo ante la escasez de combustibles en la isla, pero exponiéndose a riesgos geopolíticos.
La postura del gobierno mexicano ha sido desafiante frente al embargo estadounidense desde el sexenio pasado. El expresidente Andrés Manuel López Obrador pidió reiteradamente el fin del bloqueo a la isla, impuesto por los Estados Unidos desde la década de los 60´s. De ahí que la petrolera nacional suministre crudo a Cuba como gesto de solidaridad.
Pero ¿vale la pena que México se arriesgue económicamente por auxiliar a Cuba desafiando a Estados Unidos?, analicemos los escenarios.
La amenaza de sanciones de Estados Unidos es real. En 2023, el Banco de Exportaciones e Importaciones (Exim Bank) canceló un crédito de 800 millones de dólares a Pemex por envíos gratuitos de crudo a Cuba. La Casa Blanca -bajo la administración de Joe Biden- dejó claro que castigará a quien auxilie al régimen cubano, y podría imponer sanciones del Departamento del Tesoro a Pemex por violar el embargo.
La propia Pemex lo reconoce: un análisis jurídico interno advirtió severas consecuencias —multas millonarias, pérdida de acceso a mercados, daño reputacional e incluso incumplimientos contractuales— por operar con Cuba.
Que Pemex enfrente tales sanciones sería un golpe a la economía nacional. La petrolera ya carga una deuda de 101,100 millones de dólares y una producción menguante de apenas 1.6 millones de barriles diarios (incluye condensados). Si las sanciones complican refinanciar esa deuda o realizar transacciones en dólares, el gobierno tendría que rescatar a Pemex con fondos públicos, golpeando las finanzas nacionales. Además, la incertidumbre sobre eventuales medidas de Washington deprimiría los bonos de Pemex, encareciendo su financiamiento. Dado que Estados Unidos es el principal socio comercial de México, abrir un frente de confrontación por Cuba resulta especialmente temerario.
La estrategia de enviar más crudo a Cuba contradice las metas del Sistema Nacional de Refinación (SNR), que buscan refinar internamente la producción petrolera y reducir las exportaciones de crudo. Proyectos insignia como la nueva refinería Dos Bocas buscaban esa autosuficiencia, pero enfrentan retrasos y aún no operan a plena capacidad. En la práctica, México todavía no puede procesar todo su petróleo internamente y se ve obligado a exportar excedentes pese al discurso oficial. Así, Pemex pregona autosuficiencia pero debe enviar crudo al exterior. Este movimiento sacrifica potenciales ingresos y pone en duda la viabilidad de alcanzar la autosuficiencia en el corto plazo.
De esta forma, México malabarea entre ideales políticos y realidades económicas. Enviar petróleo a Cuba ocurre en un momento poco propicio: Pemex está vulnerable –altamente endeudado y con la producción en declive– y su nueva refinería aún no opera plenamente.
Chocar con Estados Unidos resultaría costoso. Un castigo de Washington no solo golpearía a Pemex, sino que también presionaría el tipo de cambio, afectaría la calificación crediticia soberana, ahuyentaría inversiones, tensando la relación bilateral.
Aumentar las exportaciones a Cuba es una apuesta económica cuestionable. Aunque 20 mil barriles diarios constituyen un volumen pequeño, el gesto simbólico puede salir muy caro. México arriesga sanciones y credibilidad en su política energética. Y aquí viene la pregunta del millón, ¿Vale la pena comprometer la estabilidad económica del país por esta postura política?
El gobierno debe recalibrar su estrategia. Quizá la solidaridad con Cuba pueda expresarse de formas menos arriesgadas, que no comprometan los frágiles equilibrios financieros de Pemex ni de la economía nacional. México camina por la cuerda floja: un traspié podría traer una factura económica muy alta.