Estados Unidos impulsa una revolución energética basada en la energía nuclear, buscando soberanía eléctrica, independencia tecnológica y liderazgo económico con tecnologías avanzadas y reactores modulares.
Estados Unidos ha iniciado una nueva etapa en su política energética, centrada en la energía nuclear como pilar fundamental de su estrategia de independencia y liderazgo global. Esta transición, calificada por algunos como una “nueva guerra nuclear”, no tiene fines bélicos, sino energéticos y económicos. Bajo esta visión, el país busca convertirse en la primera nación con soberanía eléctrica y dominancia tecnológica en la generación de energía del futuro.
El expresidente Donald Trump emitió recientemente cuatro órdenes ejecutivas orientadas a revitalizar el sector nuclear estadounidense. Estas medidas son parte de un plan ambicioso que contempla el uso de tecnologías avanzadas, la modernización del marco regulatorio y una mayor inversión pública en energía nuclear.
1. Revitalización de la base industrial nuclear:
Estados Unidos, pionero en tecnología nuclear, ha perdido terreno frente a otros países que han avanzado con rapidez en este campo. Mientras algunas naciones han desarrollado capacidad nuclear en apenas una década, EE.UU. ha tardado cerca de 40 años en hacerlo. Además, su infraestructura de ciclo de combustible se ha deteriorado, generando dependencia del uranio extranjero y de servicios de enriquecimiento. Por ello, se busca aumentar la disponibilidad de combustible nuclear, asegurar cadenas de suministro, agilizar licencias para nuevos reactores y preparar una fuerza laboral especializada.
2. Pruebas y desarrollo de reactores avanzados:
Durante décadas, Estados Unidos ha acumulado conocimientos sobre tecnologías nucleares avanzadas. Estas incluyen reactores con mecanismos de seguridad pasiva, diseños mejorados, y mayor rendimiento. Ahora, el objetivo es acelerar la implementación de estas tecnologías con apoyo gubernamental. Entre los proyectos destacan los microrreactores, los reactores modulares pequeños (SMR) y los de Generación IV. Este impulso no solo tiene un propósito energético, sino también de reactivación industrial y económica.
3. Reforma a la Comisión Reguladora Nuclear (NRC):
La actual estructura regulatoria ha sido identificada como un obstáculo para el desarrollo de nuevos proyectos nucleares. La reforma de la NRC permitirá agilizar los permisos de construcción y operación de reactores modernos. El énfasis está en la generación de energía “despachable” (es decir, continua y predecible) frente a la energía intermitente. Esto es fundamental para industrias de alta demanda energética como la inteligencia artificial y la computación cuántica.
4. Seguridad nacional y energía nuclear:
La implementación de reactores nucleares avanzados también responde a objetivos de seguridad nacional. Muchas instalaciones estratégicas, como laboratorios, centros militares y de investigación, requieren energía confiable, densa y constante. Los nuevos reactores —desde modelos estacionarios hasta móviles— permitirán garantizar energía sin interrupciones frente a amenazas externas o fallas de red. El gobierno federal está decidido a utilizar todos sus recursos legales y tecnológicos para acelerar la producción y exportación segura de estas tecnologías.
Una de las apuestas más destacadas son los reactores modulares pequeños (SMR). Estos pueden generar hasta 300 MW eléctricos por unidad, y su ventaja principal es que se ensamblan en fábrica y se transportan listos para su instalación. Son ideales para zonas remotas, aplicaciones industriales y regiones con infraestructura eléctrica limitada.
En términos medioambientales, la energía nuclear tiene una huella de carbono notablemente menor que los combustibles fósiles. Mientras que el carbón emite 820 gramos de CO₂ por kWh y el gas natural 490, la nuclear genera solo 12 gCO₂/kWh, similar a la eólica y por debajo de la solar. Además, las plantas nucleares operan al 90% de su capacidad, en comparación con el 50–60% del gas y carbón, lo que las convierte en una fuente altamente confiable.
Actualmente, entre el 22% y el 25% de la electricidad en EE.UU. proviene de la energía nuclear. Se espera que para 2050 esta cifra supere el 40%, y que hacia 2080 la fusión nuclear represente entre el 10% y el 30% del total energético nacional.
En contraste, México permanece rezagado en esta carrera. Su infraestructura nuclear es mínima y no existen planes concretos para incrementar su participación en el mix energético. Apenas entre el 3% y 4% de la electricidad nacional proviene de fuentes nucleares. Los reactores existentes están autorizados para operar hasta 2050, y no hay señales de inversión en tecnologías como los SMR o la fusión nuclear.
México continúa dependiendo de combustibles fósiles y energías renovables intermitentes. Para que estas últimas sean efectivas, se necesita inversión en almacenamiento, redes de transmisión modernas y capacidad de distribución que aún no se han desarrollado suficientemente.
Mientras tanto, Estados Unidos se prepara para liderar una revolución energética con impacto geopolítico, económico y tecnológico, cimentada en la energía nuclear como piedra angular del futuro eléctrico del planeta.